Mapa de Costa Rica. 1927 Levantado por Daniel Gonzalez Viquez.

 


Forcos Costa Rica

Posted in

Spread the love

Proyecto Placas estereoscópicas

 FORCOS Costa Rica ha tenido la oportunidad de acceder a una colección de placas de fotografía estereoscópica. La colección se compone de un estimado, aún no contado en detalle, de 900 placas de vidrio. Todas estas imágenes datan aproximadamente de entre 1920 y 1950, están guardadas en pequeñas cajas con 15 placas cada una y todas reunidas en un contenedor común. SU dueño, aún anónimo, las compró en los años 70s a un estudio fotográfico en Costa Rica. Todas las fotografías que se han revisado parecen ser nacionales, sin embargo esto se verificaría con más detalle cuando se tenga acceso a todas las imágenes de la colección. 

La fotografía estereoscópica nace de la mano de la fotografía común. En 1838 Sir Charles Wheatstone publicó un artículo en el que describía la visión estereoscópica. Este descubrimiento pudo aplicarse pronto al nuevo invento de moda en la época.

Se basa en la visión humana y en la separación de, aproximadamente, 65 mm. que existe entre nuestros ojos. Éstos reciben cada uno una imagen diferente que el cerebro une creando el efecto de tridimensionalidad.

Las cámaras estereoscópicas de la época tenían dos objetivos que impresionaban las placas sensibles con dos imágenes diferentes. Este tipo de cámara fue perfeccionada y comercializada por Sir David Brewster en 1851.

Para conseguir la visión en tres dimensiones se inventó un aparato llamado estereoscopio. Con él se ponen las fotografías una al lado de otra y pueden ser vistas de manera que el cerebro las integre en una sola.

El objetivo con dicha colección es reproducirlas a un medio digital.

La digitalización de las colecciones fotográficas es primordial para garantizar, por un lado, la conservación del patrimonio y por otro, el acceso a un amplio abanico de usuarios. Las copias digitales permiten la consulta y la reproducción de las fotografías sin causar daño a los originales. 

Hay que ser conscientes de que el proceso de digitalización es una técnica agresiva para los artefactos fotográficos, pudiendo en algunos casos incluso acelerar los patrones de deterioro. A pesar de esto creemos que las posibilidades que ofrece la creación de un archivo digital como respaldo para colecciones como éstas compensan los aspectos negativos. De todos modos otro de los objetivos es que los propietarios de cantidades de fotografías antiguas puedan conservar su recurso y a la vez participen en la recuperación y la difusión de todo este material. Los respaldos digitales no necesitan justificarse pues ya se ha visto con años la masiva capacidad de difusión que le logra con ellos a la vez que los recursos originales físicos se pueden conservar sin ser manipulados en gran medida.





100 Noticias sobre el Libro Azul


 YA ESTÁ DISPONIBLE.

Puede verse Online en este enlace. Si desean conseguirlo en PDF para guardarlo en su dispositivo ocomputadora lo ofrecemos en ¢5.000. Las personas que compren el Libro Azul de Costa Rica lo recibirán de manera gratuita como documento adicional.

********** 

"El Libro Azul se gestó gracias a la iniciativa del señor James Bascom Jones, personaje estadounidense que ya había tenido relación y actividad en Costa Rica y contaba con la experiencia reciente de haber elaborado el Libro Azul de Guatemala y tener el de El Salvador en proceso. En 1915 comenzó sus trabajos y negociaciones en Costa Rica como Editor en Jefe a la cabeza de la Latin American Publicity Bureau, movilizando agentes, fotógrafos, administrativos, estableciendo contratos, acuerdos, negocios, relaciones y estrategias con los principales interesados y anunciándose con principales periódicos del país. Durante todas esas labores, los medios nacionales acogieron el tema con gran entusiasmo e interés, reflejo de que la sociedad de entonces vio con ojos curiosos y entusiastas la idea de que existiera un Libro Azul para Costa Rica. 

Este documento, 100 noticias sobre el Libro Azul, pretende dar una pequeña luz acerca del movimiento mediático que aconteció alrededor del transcurso del Libro Azul, desde su anuncio como proyecto, pasando por las etapas de difusión a nivel popular, certámenes, propagandas, negociaciones, críticas populares, apoyo de unos y rechazo de otros, hasta su edición final, participantes, detalles y algunas informaciones que ayudan a ver de qué manera fue vendido y distribuido. Todo esto en una recopilación de 110 noticias que aparecieron en los periódicos de la época entre 1915 y 1916.

También se incluye una tabla más detalla relativa al Certamen de Belleza, principal motor mediático durante la confección del Libro Azul, donde aparecen las señoras y señoritas más populares que concursaron, incluyendo muchas que fueron anunciadas en listas pero que finalmente, no figuraron en el Libro Azul definitivo.

Se anexan, con el objeto de poner a la mano una mejor herramienta para contextualizar aún más la Costa Rica de la época, tres artículos muy importantes elaborados hace varios años por Patricia Fumero Vargas, Alejandra Chaverri Álvarez y Patricia Vega Jiménez, que describen y analizan el contenido, significado y papel que jugó el Libro Azul y su desarrollo o paso por la sociedad costarricense, así también cómo influyó la misma sociedad en la producción de dicho documento.

*********

Ingresa aquí para ve el documento completo y adquirirlo en PDF.

http://libros.forcoscr.com/2023/12/100noticiasLibroAzul.html


ALGUNAS PÁGINAS DE MUESTRA










EL ORIGEN VERDADERO DE LA CAMPANA DE LA INDEPENDENCIA

 Por Sergio Orozco Abarca, 12 de noviembre de 2023


En estos días, a raíz de la desafortunada intervención en la pintura de la campana bicentenaria, se ha difundido en pequeños círculos, la errónea creencia de que no se trata de la Campana de la Independencia. Se afirma que esta perteneció al campanario de la iglesia del Carmen en Cartago y que, aunque antigua, no alcanza los dos siglos de antigüedad, sino que data del año 1903. Es necesario señalar con respeto y con el propósito de corregir estas afirmaciones incorrectas que, durante varios años, he recopilado pruebas concluyentes que demuestran:

- Esta SÍ es la Campana de la Independencia (o de la Libertad)

- Tiene más de 200 años desde su creación y

- NO perteneció a la Iglesia del Carmen, sino a la Iglesia de la Virgen de los Ángeles.


Con las siguientes evidencias, busco disipar cualquier confusión y reafirmar la autenticidad histórica de esta pieza invaluable.


1- La campana en cuestión se hallaba en la torre norte de la antigua Iglesia de los Ángeles, durante el terremoto de 1910 (véase la foto 02). El sismo ocasionó daños severos a la iglesia, lo que llevó a su demolición. Durante la construcción de la nueva iglesia, se erigió una capilla provisional de madera en el lado norte, cubierta con lámina de metal. En su sencillo campanario se colocó la antigua campana (véase la foto 03), que en ese momento contaba con 92 años de antigüedad.

2- En 1921, la campana estaba muy dañada y ronca, por lo que el cura de la Basílica de los Ángeles, el Pbro. Abel Castillo, decidió fundirla y hacer una nueva campana, en el taller josefino de Alfredo Chaves S. Al enterarse de la posible pérdida de esta reliquia, el periodista e historiador Francisco María Núñez (1892-1984) lideró una campaña en el DIARIO DE COSTA RICA, para rescatar la campana. Tras negociaciones con el padre Castillo, se acordó conservar la vieja campana en el Santuario y fundir una nueva con fondos propios, gracias al respaldo del empresario don Juan Rivera, uno de los socios de Rivera & Cía, y al apoyo decidido de Mons. Castro.

3- En el Diario de Costa Rica, mayo 1922, Francisco María Núñez publicó el primer artículo en que se habla de la campana centenaria. En dicho artículo, Núñez confirma todo lo escrito en el ítem 2 anterior y, además, agrega: “Ayer fuimos a ver la campana centenaria […], después de 104 años de repicar, desde lo alto del Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago. Cuando el año 21, el Cabildo de la Muy Noble y Leal Ciudad declaró la emancipación política, ella echó al viento la buena nueva y cantó alegremente a la libertad […] fue fundida en el lugar que ocupó la antigua iglesia de los Ángeles, el año 1818, por C. Cartín, vecino de Heredia, que tuvo ese oficio de fundidor de campanas […] ella tiene de altura 68 cm y de radio 76”.

4- El 10 de septiembre de 1932, se llevó a cabo una Exposición Arqueológica en la Escuela Jesús Jiménez, bajo la iniciativa de su directora, doña Rafaela Quesada Valerín. En este evento, se presentó la campana junto con numerosos objetos coloniales de la antigua Cartago. Esta participación quedó debidamente documentada en varias notas periodísticas y en el artículo de Mario Sancho Jiménez, titulado "Las Casas Solariegas del antiguo Cartago" (Repertorio Americano, Vol. 26, 1933). La fotografía 04, capturada durante esta exposición, se encuentra en el Álbum de Granados, Tomo 3 (Biblioteca Nacional).

5- En el periódico La Tribuna, del 17 de septiembre de 1933, se publicó un artículo titulado "CAMPANA DE LA LIBERTAD". El artículo expresa: "Otro de los festejos con los que la Muy Noble y Leal ciudad celebró la fecha del 15 de septiembre fue el homenaje a la Campana de la Libertad, fundida en 1818, y que posteriormente fue regalada a la Virgen de Los Ángeles. Esa campana, que aparece en la foto mientras uno de los alumnos del colegio de San Luis Gonzaga la tocaba (en uno de los portones de “Las Ruinas”), fue la que resonó durante nuestra Independencia en el heroico año 21".

6- En el mismo diario La Tribuna, el 15 de septiembre de 1934, se informó que después de la Exposición de 1932, la campana se incorporó a la colección del museo del Colegio de San Luis Gonzaga. El Dr. Vicente Lachner, director del colegio, sugirió colocarla en uno de los arcos de las "Ruinas" de la Parroquia. El 15 de septiembre de 1933 fue ubicada en dicho sitio.

7- El periódico La Hora, en su edición del 1 de agosto de 1935, publicó un artículo titulado "Crónica de los Trescientos años", conmemorando el tricentenario de la Virgen de los Ángeles. En dicho artículo se relata lo siguiente: “LA CAMPANA ROTA. El terremoto de 1910 trajo al suelo el viejo templo de Los Ángeles, esa casona de calicanto y techo de tejas… el saldo del terremoto fue la rotura de la “Campana Grande” que se decía en Cartago. Esa campana que tañó muchos lustros y que puso en la ciudad muchas notas de regocijo y también de dolor, fue reconstruida en los talleres de Cartago para que siguiera sirviendo en la capilla (provisional) y, luego, en la Iglesia Nueva; pero los años y la rotura cedieron a la eficiencia de la misma y entonces hubo de suprimirse su servicio del campanario, y se le cambió por otra, cuyos ecos sonoros no satisficieron en los primeros años a los creyentes. Hacía falta aquella campana grande que había sonado en horas de alegría, a la oración de la tarde y al despedir de los muertos, y la campana esta también tenía su historia; pero con su historia se le dejó en desuso: ahora está para recuerdo de todas las generaciones, colocada en una de las puertas, sin entrada, de la vieja Parroquia de piedra, sin echar sus notas al viento; pero contemplando el desfile de las gentes que la llegan a ver y a rememorar”.


En conjunto, las evidencias presentadas revelan que desde la década de 1920 hasta la década de 1960, los diarios costarricenses han abordado este tema. Todas las crónicas, sin excepción, coinciden en tres hechos irrefutables:

1) La campana fue fundida en Cartago, en 1818, por un artesano campanero de la ciudad de Heredia.

2) La campana fue dedicada a la Virgen de los Ángeles y siempre estuvo en el campanario de su iglesia, desde 1818 hasta 1932.

3) La campana repicó el 29 de octubre de 1821, como parte de las celebraciones por la Independencia de Costa Rica.


Concluyo este texto invitándolos a considerar estas evidencias. Si, a pesar de todo lo expuesto, persisten dudas, por favor, no confíen únicamente en mí, ni en don Francisco María Núñez, ni en todos los periódicos de la época. Les insto a que confíen en la campana misma, ya que es ella quien tiene la última palabra. En su frente lleva su sello de origen, que detalla a quién fue dedicada y en qué año. A partir de esta inscripción, juzguen ustedes si repicó o no en la Independencia. La campana está ronca y rota, y ahora llena de pintura; pero mantiene su capacidad de hablarnos. Su inscripción es la siguiente:

“De 1818.

SIRBO A MI SENORA DE LOS ANGELES. MARSO, 12”.


Y si, a pesar de todo, persiste la incredulidad, insto a los escépticos a aportar pruebas del origen y fecha de creación de la campana, pues como nos decía siempre un inolvidable profesor universitario: "Con excepción de Dios, todos los demás deben aportar evidencia", en alusión a una famosa frase del filósofo estadounidense Christopher Hitchens: "Lo que se puede afirmar sin evidencia, también se puede descartar sin evidencia".




 Estamos en el mes de nuestra independencia.

Aplicamos un descuento del 25% para todos los libros en venta en nuestra página.

Por todo el mes de setiembre.




Forcos Costa Rica

Posted in

Spread the love

El Libro Azul de Costa Rica

Propuesta digital para el Libro Azul de Costa Rica de 1916

Emilia Jiménez Guardia. Primera fotografía en el Libro Azul. Imagen retocada por Carlos Manuel Uribe para la edición digital, 2022.



El presente documento es una propuesta que se ha elaborado gracias a la colaboración de Chepeantiguo y FORCOS Costa Rica. Las versiones digitales del Libro Azul disponibles en los medios hasta la fecha, a criterio nuestro deben ser mejoradas. Es por eso que se ha tomado la acción de fotografiar un ejemplar original de la fecha facilitado por Chepeantiguo para luego editarlo y ponerlo en línea, tarea a cargo de Forcos Costa Rica.
El proceso ha sido efectuado con un mecanismo básico de fotografía directa a cada una de las páginas (casi 580 imágenes en total), pues el ejemplar no admite su manipulación para un escaneo más intenso. Posteriormente se han separado cada página, ajustado y cuadrado, así como mejorado el contraste y brillo para aclarar la lectura y mejorar su reconocimiento. Paralelo a lo anterior se protegieron todas las imágenes para mantener el mismo aspecto y que los detalles no fueran afectados por estos cambios, dando así un contraste mejor y brindar el recurso con las menores alteraciones posibles. El documento fue armado de manera que el texto en un alto porcentaje pueda ser reconocido por el método de OCR de PDF Studio Pro 2022, el cual brindó la mejor captura entre los softwares disponibles. Algunos textos "invisibles" fueron mejorados para luego confeccionar el Índice General. Este índice es una combinación de captura automática con transcripción y ordenamiento manual, para evitar los errores habituales del método OCR. El índice general que se ofrece dentro de cada uno de los tomos, si bien es lo más detallado posible (contiene 1759 referencias), aún no es exhaustivo. Hay todavía personajes y menciones indirectas que deben incluirse. 




La adquisición de esta versión digital tendrá un precio incial de ¢5.000 por Tomo, siendo un total de 5 tomos. Cada uno de ellos contiene aprox. 110 páginas antiguas más un índice detallado de sitios, comercios y personajes aparecidos en todo el libro completo. Esta propuesa servirá para poder financiar el trabajo previo que ha constituido cerca de tres meses de labor continua en la mayor parte de la jornada, así como poder continuar con trabajos similares con títulos antiguos que ya están en espera de digitalizarse.

Los detalles y adquisición del Libro Azul de Costa Rica se pueden consultar en nuestra página dedicada a la venta y difusión de libros digitales y físicos.


Adquirir el TOMO I

Adquirir el TOMO II

Adquirir el TOMO III

Adquirir el TOMO IV

Adquirir el TOMO V





Cuando hay química nos enamoramos hasta de la química

Dedicado humildemente a mi profesor de química Agustín Castillo González “Pastel” 
(Cartago 1941 – Desamparados 2017)

Definitivamente una gran parte del camino que seguimos en la vida y las ocupaciones que escogemos en el futuro, dependen en alto grado de los profesores y maestros que el destino nos repare. Vivimos en un país con alto porcentaje de escolaridad, de alfabetización, pero no así de formación y educación concreta. Aun hoy en día hay mucha deserción y en ello muchos factores que impiden a los estudiantes escoger un camino que les proporcione satisfacción personal y profesional en el futuro.

Yo, por influencia de mis tres profesores, abandoné mi gusto por el francés, que lo tenía incipiente, pero con entusiasmo, desde el sexto grado en la escuela. Mis profesores de francés en el colegio se dedicaron, sin saberlo, a lapidar esa emoción, debido a que entre ellos y yo nunca hubo química adecuada. Las artes plásticas casi sucumben en mi vida por el grado tan bajo de impulso y constante desmotivación de mi profesor, el inglés nunca prosperó y nunca tuve la suerte de algún docente que me hiciera enamorarme de él, la matemática gozó de buenos abanderados, al menos para mí, así como el español. Estudios Sociales, pasaron recto sin marca hasta los últimos años del colegio cuando algunos temas me resultaron interesantes. Así así, la historia y cívica me enamoró mucho años después, tanto como nunca lo hubiera creído. Obviamente lo anterior no puede ser culpa ni gracia solo de los profesores, hay miles de cosas que a los adolescentes nos pesan o levantan y miles de suertes que todos corremos en esa inmensa pero complicada etapa. Es difícil a veces que haya química con las materias, con los temas con las explicaciones y participaciones. Aún más difícil es que gracias a la química que nos encontremos con un tema y con la forma que un profesor la pueda transmitir decidamos seguir un camino dedicado a ello. Yo no lo hice, peros sí dos o tres compañeros, que resultaron tan enamorados de la química, sí química básica, que dirigieron sus carreras profesionales en temas relacionados.

El primer profesor de química, el de octavo año, marcó a muchos de nosotros un pico importante en la montaña escarpada que significa la secundaria en nuestro país. Para mucho fue el diablo tapizado de tiza, para otros la llave de otro mundo por conocer. Porque la química, por más apasionada que la mostraba, no era un “quecazo” para todos, como él lo decía. Por eso creo que le decían “Pastel”. Agustín Castillo, imprimió en varios de nosotros una energía por los elementos, compuestos y electrones, que hasta mucho años después no se olvidan. Tenía las bolsas llenas de tiza, en los tiempos en que no existían pizarras de acrílico, pero sí la vanidad de tenerlos pantalones limpios. Tenía más tiza en sus pantalones que las mismas pizarras donde enseñaba. Usaba las camisas flojas con las mangas largas arrolladas y los botones se le soltaban como si fuera un actor despechado y flaco de películas latinas de los años 70s, el cabello peinado por suerte de tenerlo lacio y casi blanco, no por viejo, sino por quién sabe qué o quizá la tiza también se lo alcanzaba a blanquear. Cuando escribía en la pizarra hablaba como anunciando un bingo, adoptaba el porte de John Travolta cuando dibujaba un círculo y contorsionaba el hombro a la vez que dibujaba una rueda casi perfecta. Se jactaba siempre de eso. Daba puntos extras a quienes contestaran las más desafiantes y disparatadas preguntas sobre spines, órbitas, tierras raras, enlaces, fórmulas, nombres de elementos, símbolos, etc., etc., etc. Todos, absolutamente todos los alumnos le ponían atención, por su forma tan enérgica y cinematográfica de enseñar quizá alguno que otro no, como yo, que de vez en cuando mi exagerada desatención me cobraba la vergüenza de ser regañado por él vaticinándome constantemente “Gómez, usted así de desordenado no tendrá ningún futuro. Por más carga que se pueda creer, todo le va a salir mal si no se sosiega” Lamentablemente a mí me iba muy bien con él, y eso hacía que me regañara constantemente. Yo no era el mejor, había unos cuatro compañeros que me superaban, pero logré salir adelante y destacar con el profe y sus temas me lograron enamorar. Mantuve una gran química con la química, pero solo por unos años ya que, para rematar en este pequeño cuento, otros profesores universitarios (ITCR 1996-1998) se dedicaron a lo contrario, lapidar mi gusto por ella, con una pésima forma de enseñar a mi criterio personal. Sin embargo, la afinidad por estos temas, al menos a nivel básico, nunca lo perdí, pues está ligado a un personaje sin comparación en mi vida de colegio, Agustín Castillo González, conocido (sin decírselo jamás de frente) como “Pastel” que a cada rato en las clases nos decía

“Si usted no ve esto como un quecazo, ¡ lloremos todas juntas !”

En ese curso la Tabla Periódica de los Elementos, era la hoja sino principal, la más indispensable en todo momento, y como varios de nosotros nos hundimos felizmente en un tema para nosotros encantador, resultó que nos la aprendimos toda de memoria. Esa tabla era el papelito con el que jugábamos horas de horas, la fiebre del momento y la pesadilla eterna para los compañeros que no la entendían ni les agradaba para nada el tema. Sin embargo, era constante para todos tener que pregonar a cada rato los nombres de elementos y sus símbolos, Hidrógeno, Helio, Litio, berilio, Bario, Cloro, ¡Suave un toque mae! Es Boro, y el otro es Carbono, el bario es un lantánido. – Deje de batear, los lantánidos están después del lantano, son los azules.

Algunos comentarios impregnados de orgullo nacional nos los comenzó a decir Pastel, el profe. Esa tabla periódica hecha de una parte en color negro, otra roja y la final en azul, había sido dibujada por un tico. Gil Chaverri y no era la que usaba el resto del mundo. Así el profe Pastel nos avistó una luz de que hubo un tico que le ganó a los gringos y a los rusos, pues la tabla periódica de Mendelev, la más conocida y más famosa (para nosotros como colegiales) no era tan buena. Pero solo eso supe en ese entonces.

La química colegial se volvía a impartir en el quinto año en los colegios vocacionales, eso en la década de los 90s. Ignoro si aún se ordena igual la formación. Es cuando nuestra profesora, nueva en ese año en el Monseñor Sanabria de Desamparados, nos vuelve a resaltar la importancia que tenía esa pequeña tabla, ese pequeño papel que todos y cada uno de los alumnos tuvo que comprar y guardar en sus maletines por un año completo. Nuevamente el dolor de cabeza para muchos. No he logrado averiguar si fue un cuento tergiversado o una verdad no escrita, que Gil Chaverri, el autor de la Tabla Periódica que se usaba en nuestro colegio y en todas las secundarias del país fue tentado a adoptar la nacionalidad estadounidense como propuesta de este país, para utilizar sus conocimientos y aportes con el sello “USA” y de ahí probablemente convertirse en el autor de un documento que se usaría poco a poco en todo el mundo. Sin embargo, nos contaba la profesora Nora Angulo, don Gil amaba tanto a Costa Rica que se opuso a convertirse en “gringo” y no aceptó la propuesta. Según ella, su decisión provocó que su tabla periódica no se popularizara en libros académicos ni en otros medios. La literatura americana y con los años la mundial, adoptó la tabla periódica elaborada por otros profesionales y la configuración que don Gil había propuesto desde 1953 al mundo, pasó a ser usada solo en nuestro país y en algunos otros que sí reconocían su mayor calidad como documento académico.

Como repito, lo anterior fue solo un pequeño gran comentario que nuestra profesora nos contó y nunca lo olvidé y asumí cierto. Años después pude leer que la tabla periódica de Gil Chaverri había sido señalada en los medios internacionales como uno de los mejores arreglos gráficos por muchos años y utilizada en varios países, no solo en Costa Rica.


Escrito por Christian Gómez Barrantes. 7/9/2022


Agustín Castillo Profesor de ciencias en el Colegio la Gravilias durante la década de los 90s.


Gil Chaverri Rodríguez
Ingeniero Agrónomo creador de la Tabla Periódica de los Elementos utiizada en Costa Rica




Tabla Periódica de los Elementos de GilChaverri. Versión similar a la utlizada en los colegios costarricenses en los años 90s. Para el 2022 se utliza esta versión.

Nueva especie descubierta entre el Volcán Tenorio y Miravalles

Tomado del original: https://costaricawildlife.org/2022/08/30/tlalocohyla-celeste/


Hoy oficialmente Costa Rica tiene una nueva especie de anfibio, la ranita de Tapir Valley (Tlalocohyla celeste ) . Descubierta por el naturalista Donald Varela-Soto y descrita por un equipo científico liderado por CRWF. Oficialmente el artículo ha sido publicado en Zootaxa (https://www.mapress.com/zt/article/view/zootaxa.5178.6.1) y ha tenido eco mundial. 
 ¡Este descubrimiento es una celebración de ciencia, restauración del bosque, conservación comunitaria y coexistencia! Es un premio al trabajo de restauración de los bosques y conservación de la biodiversidad que ha hecho Donald por casi toda su vida. Hace 16 años Donald estuvo sacando todas las vacas y caballos de lo que era un potrero con un humedal y algo de bosque, y aunque eso significara pagar a sus socios, lo hizo sin pensar en más que proteger lo que él llamó Tapir Valley. 
Hoy esta reserva privada es hogar para más de 400 especies de aves, 37 especies de anfibios, 43 de reptiles y al menos 29 especies de mamíferos grandes y medianos. Y falta mucho por descubrir, como nos enseñó esta ranita. La historia de Tlalocohyla celeste comenzó hace más de cuatro años , cuando Donald notó el canto de una rana que nunca había escuchado, emocionado por lo que oyó se dedicó a buscarla, cuando la encontró fue a informar a algunos científicos mediante la aplicación iNaturalist, pero fue ignorado e incluso corregido. 
Le decían que era un juvenil de rana arborícola de membranas rojas ( Boana rufitela ), muy común en la zona. Aunque Donald sabía que los juveniles no cantaban, la soberbia académica a la que se enfrentó en ese momento lo hizo seguir adelante sin pensar mucho en aquel anfibio. En el 2020, en una caminata casual en Tapir Valley para conversar de la vida, Donald me contó la historia de aquella ranita y nos fuimos a buscarla. La oímos, la vimos y Donald volvió a cuestionarse cuál era el nombre de esa ranita. Mi respuesta fue: “Ay Donald, yo no sé nada de anfibios, pero yo le creo. Y en todo caso, tengo buenos amigos que saben de ranas.” 
Esa misma noche la llamé al Dr. Andy Whitworth. Andy fue el primer herpetólogo que visitó (desde la Penisula de Osa), escuchó a Donald y le creyó. Luego de su visita dedicó tiempo a revisar libros, artículos y guías para averiguar qué era. Al no poder identificarla, nos puso en contacto con Twan Lenders, experto taxónomo de anfibios, quién me resultó en traer a Juan Abarca al equipo (herpetólogo tico) y al genetista Alex Shephak. Para toda aquella persona que quería unirse al proceso la regla era clara: “Todo lo que salga de acá tendrá a Donald como primer autor”. Ya ha pasado muchas veces que el verdadero descubridor es ignorado por la ciencia, en especial si es un local que no pertenece a la academia. Afortunadamente, todos estuvimos de acuerdo y poco a poco nos conformamos con un equipo de lujo. 
 En ese momento decidí que tenía de darle una responsabilidad mayor a Valeria Aspinall, quien estaba de interna y aunque como dice ella “no sabía nada ni tenía experiencia con ranas”, tenía el carácter y la pasión para aprender. Así fue, aprendió de la mano de excelentes mentores como Donald, Juan, Alex y Twan. Hoy Vale coordina el programa de conservación de anfibios (TLALOC) dentro de CRWF y puede identificar ranas por canto y vista, y aún más importante, está desarrollando estrategias y acciones de conservación para esta nueva especie y otras. Con la coordinación de Vale y Juan acompañados de un equipo científico dedicado, logramos determinar que efectivamente era algo “distinto” a lo que conocíamos. Luego la evidencia de cantos, morfología y genética eran impecables: esa ranita que Donald escuchó era algo nuevo para la ciencia. 
La ciencia concluye que es una especie del género Tlalocohyla, apenas la quinta de este género para el mundo y la segunda para Costa Rica. Ahí comenzó el otro “dolor de cabeza”, que era escoger un nombre que representara toda la historia y la identificara bien. Para Kira y Eli, las hijas de Donald quienes son científicos y naturalistas de nacimiento, el reto fue muy fácil: “celeste, Tlalocohyla celeste”. Para ellas era obvio, aquella ranita tenía una coloración en sus axilas igual a la del Río Celeste, el mayor atractivo turístico de la zona donde ellas y Donald nacieron y donde además la ranita fue descubierta. Así se llamó Tlalocohyla celeste , hasta poético suena, como si hubiera sido un acto de la evolución colocarla al lado de este río que hoy es símbolo de una comunidad que quiere desarrollarse de la mano con la biodiversidad. 
Aunque Vale y Donald la han buscado exhaustivamente en otros humedales, lamentablemente solo la han en sitios específicos encontrados dentro de las 7 hectáreas del humedal de Tapir Valley. Tal vez llegamos un poco tarde para evitar que los otros humedales sucesores drenados para expandir la ganadería. Hoy debido a su pequeño rango de distribución, las amenazas que enfrenta y su pequeña población, creemos que está críticamente amenazada. gracias llegamos a tiempo para motivar a que otros finqueros sigan los pasos de Donald, llegamos a tiempo para motivar y demostramos que la naturaleza encuentra su camino si le damos oportunidad. Y que ahí es cuando todos y todos ganamos.
Este descubrimiento científico es solo el inicio de un largo camino que nos queda por recorrer. No queremos publicar y celebrar el descubrimiento de una especie por pocos años después de informar de su extinción. Las amenazas las tenemos identificadas y desde antes de la publicación estamos trabajando para mitigarlas, pero el reto es grande y necesitamos el apoyo de todas las personas. Esta ranita descubierta en medio de dos volcanes, es un recuerdo enorme de que con las acciones correctas podemos cambiar el rumbo y salvar hasta lo que no conocemos. 
Esta historia es un ejemplo del impacto del conocimiento y acciones de un individuo apasionado como Donald que creció en una comunidad que ama la naturaleza. Tlalocohyla celeste es un regalo para el mundo. 

Bijagua de Upala. 
Miércoles 31 de agosto de 2022.

Edificios de cristal y pájaros: una combinación generalmente mortal

Tomado del sitio https://www.dw.com/

Los conservacionistas instan a gobiernos y propietarios de edificios de todo el mundo a tomar medidas para evitar que las aves se estrellen contra los cristales reflectantes. Las soluciones son bastante sencillas.


Divya Anantharaman fotografía a una víctima de una colisión con una ventana.


Divya Anantharaman apunta con su linterna bajo los bancos de madera que rodean una torre de oficinas cerca de Wall Street. A esas horas, las calles de Nueva York son dominio exclusivo de los más madrugadores.

Comenzar su misión semanal de búsqueda y rescate durante el amanecer es esencial, según dice. Busca a las víctimas de los edificios de cristal: los pájaros que han muerto estrellados contra las ventanas. En cuanto amanece, los porteros barren las aceras, y así se perderían los cuerpos que sirven como prueba.

Anantharaman es voluntaria de NYC Audubon, una organización dedicada a proteger la vida y el hábitat de las aves silvestres de la ciudad. Inspecciona todos los rincones oscuros a su paso, mirando incluso a través de las jardineras para asegurarse de que no se le pase por alto ninguna víctima por colisión que pueda rescatar. Al final de su ronda, encuentra un pájaro muerto bajo un reluciente paso elevado de cristal que conecta dos edificios.

Es una becada americana, piensa, un ave migratoria de pico largo relativamente común. Cada primavera, las becadas atraviesan Nueva York después de haber pasado los meses fríos en Alabama y otros estados de la costa del Golfo. El pájaro está rígido, lo que significa que ha muerto recientemente, explica Anantharaman. "Los ojos siguen siendo muy claros, por lo que podría haber ocurrido hace unos minutos”. Hace fotos, se toma un momento solemne para cerrar los párpados del ave con el pulgar y mete el cadáver en su mochila rosa.


Una víctima de una colisión con una ventana en la ciudad de Nueva York.

Mil millones de pájaros y cada vez más

Cada año, entre 90.000 y 230.000 aves mueren tras colisionar con edificios en Nueva York, según estimaciones de NYC Audubon. La densidad de edificios iluminados de la ciudad es un peligroso obstáculo para los viajeros alados, especialmente durante las temporadas migratorias de primavera y otoño.

Nueva York se encuentra en una ruta migratoria hacia América del Sur, donde muchas aves pasan el invierno. Las aves se orientan por las estrellas, de modo que la luz artificial nocturna las atrae y desorienta. Creyendo que vuelan hacia la luz de las estrellas, los pájaros se desvían y aterrizan en medio de una metrópolis desconocida. "El mayor problema es el cristal reflectante”, explica Kaitlyn Parkins, bióloga de NYC Audubon. "Las aves no reconocen los reflejos. Si ven el reflejo de un árbol, para ellas es un árbol. Vuelan hacia él, pueden acelerar muy rápidamente y mueren al instante”.

En EE.UU., donde se ha llevado a cabo la mayor parte de la investigación sobre colisiones de aves, los edificios son responsables de la muerte de hasta mil millones de pájaros al año, según calculó el ornitólogo pionero Daniel Klem en la década de 1990. Pero las ventanas de cristal son trampas mortales en todo el mundo.

"Las aves son vulnerables al vidrio, ya que no ven el maldito material”, dice Klem. Subraya que no son los rascacielos, sino los edificios de baja y media altura el mayor peligro.

Klem, que ahora es profesor del Muhlenberg College de Pensilvania, considera que las colisiones con las ventanas son un problema fundamental para la conservación de aves. "En términos de amenaza, yo pondría la colisión justo después de la destrucción del hábitat”, dice. "Lo insidioso es que las ventanas matan indiscriminadamente. También se llevan a los ejemplares más aptos de la población. No podemos permitirnos perder a ningún individuo, y mucho menos a los buenos reproductores”.


Una becada muerta en las calles de Nueva York.


Un problema internacional

En los últimos años, grupos conservacionistas y científicos han retomado este asunto. Binbin Li dirige uno de los dos grupos que vigilan las colisiones de aves en China. Es profesora adjunta de ciencias ambientales en la Universidad Duke Kunshan y se doctoró en Duke, en Estados Unidos. Allí conoció al principal investigador del proyecto de la universidad.

"Al principio pensé que el problema solo era en Duke, o en Estados Unidos. No podía imaginarme encontrar algo similar, en China", dice. Pero tras su regreso, recibió informes de tres aves muertas en el campus en el plazo de un mes. 

Junto con un grupo de estudiantes, ahora cuenta las aves muertas en vuelo en el campus en Suzhou. Muchas de las víctimas, señala, se encuentran bajo pasarelas de cristal, como la becada que Divya Anantharaman encontró en Nueva York.

Li ha iniciado una encuesta nacional para obtener una imagen más precisa del problema. Tres grandes rutas migratorias atraviesan China, pero los datos sobre las muertes a lo largo de estas rutas son todavía limitados. "Nos dimos cuenta de que las colisiones de aves no son suficientemente conocidas en China, ni siquiera en el ámbito académico”, señala Li.

Basta con cambiar el cristal y apagar las luces

En Costa Rica, Rose Marie Menacho tuvo que convencer a sus profesores para poder investigar las colisiones de aves como estudiante de doctorado hace ocho años. "No sabían mucho sobre este tema, no sabían que era un problema real”, recuerda. "Incluso a mí me daba un poco de apuro hablar sobre mi investigación. Me daba un poco de vergüenza porque pensaba que no era tan importante”. 

Ahora trabaja con unos 500 voluntarios para evaluar la magnitud del problema en los trópicos. Algunos guardan los cadáveres emplumados en sus congeladores, otros le envían informes y fotos. "No solo chocan las especies migratorias”, dice. Sus voluntarios también han recuperado quetzales de colores vibrantes y tucanes con picos extravagantes. Ambas son especies locales.

Ir al Proyecto Aves y Ventanas de Costa Rica.

Una becada muerta en una calle de Nueva York.

"Las colisiones matan a muchas aves que ya tienen que lidiar con la pérdida de hábitat, el cambio climático, los pesticidas, etcétera”, advierte Parkins. "Y, sin embargo, el problema es muy fácil de resolver: basta con cambiar las ventanas y apagar las luces”.

Con los datos recogidos, Parkins y su equipo intentan convencer a los propietarios de edificios de cristal de Nueva York para que tomen medidas. Por lo general, no es necesario sustituir el cristal. Se puede colocar una lámina especial para reducir el reflejo, lo que, además, ahorra energía para calefacción y refrigeración. Las marcas en las ventanas también ayudan a las aves a reconocer la estructura.

La ciudad de Nueva York adoptó una nueva legislación en enero y ahora exige que las luces de los edificios públicos se apaguen por la noche durante la temporada de migración de aves. Desde el año pasado, también se exige a los arquitectos que planifiquen diseños respetuosos con las aves en todos los edificios nuevos, como el revestimiento ultravioleta de los cristales, que es visible para las aves, pero no para los humanos. Estas medidas ayudan enormemente, según Parkins. Tras la renovación del Centro de Convenciones Javits, que es respetuoso con las aves, se encontró un 90 por ciento menos de pájaros muertos en los alrededores del edificio.

La nueva normativa es un buen comienzo

En la acera frente a Brookfield Place, un enorme centro comercial y de oficinas en el extremo sur de Manhattan, Rob Coover inspecciona un pequeño pájaro. Todavía no ha amanecido, pero ya lleva media hora buscando pájaros muertos.

Mira cuidadosamente detrás de una pila de sillas, que los trabajadores de una cafetería colocarán pronto en su terraza. Ya ha tenido que inclinarse dos veces sobre un cadáver diminuto y rígido para hacer fotos. Ahora vuelve a sacar de su mochila guantes de goma y bolsas de plástico para recoger y conservar un cuerpo.



En una ocasión, Coover encontró 27 aves en una sola mañana. Una compañera voluntaria fue noticia internacional cuando recogió 226 pájaros sin vida en los alrededores del One World Trade Center en una sola hora en septiembre de 2021.

"Es bastante deprimente encontrarse con todos esos cuerpos”, dice Coover. A veces encuentra un superviviente y lleva el animal herido a un santuario de aves. Los cadáveres suelen acabar en su congelador hasta que tiene tiempo de llevarlos a la sede del grupo de conservación, donde se recogen y a veces se distribuyen a los museos. "Antes de la pandemia, me iba al trabajo después de mis rondas y los metía en el congelador de la oficina. Nadie se daba cuenta”, añade.

En EE. UU. y Canadá, los voluntarios actúan en varias comunidades, y la lista de gobiernos locales que promulgan leyes para proteger a las aves de los edificios va en aumento. Según la organización sin ánimo de lucro American Bird Conservancy, la ley de Nueva York es una de las más eficaces. Tras estudiar las colisiones de aves durante casi medio siglo, Daniel Klem está encantado. Por fin ve la creciente concienciación que esperaba.

"El cambio climático también es un tema muy serio, nadie quiere desviar la atención de ello. Pero es muy complejo y nos va a llevar un tiempo entenderlo y convencer a la gente de que actúe con responsabilidad. Las colisiones de aves es algo que podríamos resolver mañana mismo. No es complicado. Solo hay que hacerlo”, concluye.

Usted puede informarse sobre métodos para evitar el choque de aves en este link: 

https://www.facebook.com/groups/289187377950892

https://evi.forcoscr.com/search/label/Aves%20y%20Ventanas?max-results=100




Plano de la ciudad de Cartago entre 1801 y 1821

Forcos Costa Rica

Posted in

Spread the love

En Costa Rica resulta más difícil deshacerse de un libro que hacerlo



EN COSTA RICA RESULTA MAS DIFICIL DESHACERSE DE UN LIBRO QUE HACERLO 

Cartago, 31 de enero de 1934 

Senor:  Doctor Clodomiro Picado T. 

San José. 

Mi querido amigo: 

Me explico muy bien el sentimiento de pena, casi de conmiseración, que a usted y a cuantos saben que no nací bajo el signo protector de Mercurio había de causarles la publicación de mi librejo. En efecto, publicar un libro en Costa Rica, si no se es rico y si se tiene en mira sacar siquiera los gastos de impresión, tiene que ser visto y compadecido como un acto de verdadera locura. Mas, cuando se publica con el ánimo perfectamente resignado a la pérdida, ya en este caso no cabe la lástima, como tampoco cabe en el del muchacho o viejo alegre que se gasta unos reales en una farra. No faltará quien al leer esto me crea más necio y digno de lástima todavía y piense que es una solemne tontedad la del que voluntariamente disminuye su ya exigua importancia capitalística sólo por darse el gusto que únicamente a los niños se consiente. 

-¿se acuerda usted de los de París y sus juegos náuticos en el estanque de nuestro amado Luxemburgo?-, de fletar un barquillo de papel, verlo alejarse hacia dentro y esperar a que un golpe de brisa lo traiga de nuevo a la orilla. Cierto es que tampoco ha sido sólo para divertirme un rato que me he resuelto a hacer ese alarde de publicidad, pero con todo y que esa explicación sé que no me deja muy bien parado en el concepto de mis compatriotas, no me convendría desmentir1a. Prefiero callarme la verdadera de miedo a que conociéndola sondee la gente toda la profundidad de mi insensatez. A usted sí voy a revelársela en confianza, pues que aquí en el Repertorio Americano no hay miedo que lleguen a saberla esos nuestros conciudadanos de que habla su carta. El Repertorio, usted lo sabe, se hace en Costa Rica para que se lea en el extranjero; en Cartago, por ejemplo, que por ser donde yo vivo (vivo sin vivir en mí), es donde más me interesa guardar el secreto, apenas tiene esta revista doce suscripciones, contando la de la Biblioteca de la ciudad y del Colegio, la cual, si no fuera por el bibliotecario, se quedaría las más veces sin abrir. Como usted ve, no corrernos riesgo de que nos oigan las gentes y menos en estos días que tan ocupadas andan con la política. 

Pues bien, aquí inter nos, mi intención al recoger en un tomo esos artículos, algunos inéditos, otros casi inéditos para los cos-tarricenses, pues que fueron publicados en el Repertorio, fue buscarles lectores dándoles una publicidad más extensa y más duradera. Me propuse y creo haberlo conseguido, gracias al buen gusto tipográfico de La Tribuna, hacer una edición atractiva: formato pequef'lo a propósito para llevar en el bolsillo, buen papel, una cubierta elegante, etc. Todavía calientitos como quien dice, de su paso por la prensa, llevé mis libros a dos de las más reputadas librerías de San José y me traje diez ejemplares a Cartago para ponerlos a la venta en la tiendecita de silabarios, lápices y cuader-nos de la localidad. Atendiendo a la crisis que todo lo ha depreciado, incluso el dólar todopoderoso, abaraté lo más que pude mi mercadería, hasta llegar a ponerle a mis Viajes y Lecturas el mismo precio que tiene aquí la libra de mantequilla de don Arturo Volio, <t 2,50. Pues ni por esas, mis libros no han tenido salida y todavía se hallan en la compal'lía de los silabarios, lápices y cuadernos. Tres personas, me cuenta la sef'lorita de la tienda, hicieron el envite de comprarlo, pero, como dicen los abogados tan elegantemente, el contrato de compra no se perfeccionó. Tal vez pensaron que mi librito no es ni con mucho un elemento tan importante para su vida como la mantequilla. 

Bueno, me dije, no queriendo dar mi brazo a torcer, ésta que llaman los gacetilleros noble y leal ciudad no llega en punto a cultura siquiera a la categoría de villa. Pero es el caso que en la ca-pital no han corrido mis Viajes y Lecturas mejor suerte. NiTrejos, ni Soley, ni García Monge han logrado sacarle a nadie del bolsillo los <t 2,50 y meterle en cambio mi librito con todo y ser tan cómodo su formato. Resultado: la edición que no fue especialmente copiosa, apenas si está decentada con los envíos a los amigos de dentro y fuera del país, y me aterroriza la idea de tener que abandonarla al olvido y a los ratones, porque una de las cosas que he aprendido de esta vez es que en Costa Rica resulta más difícil deshacerse de un libro que hacerlo. Claro es que si saliera a regalarlo por las calles pronto me vería libre de él, pero eso no puede parecerme a mí, que soy el padre de la criatura, un modo decoroso de salir de ella. 

Lo decente es ir regalando los libros poco a poco cuando viene al caso, esto es, cuantas veces un amigo amable me pregunta: Sé que ha escrito usted un libro, ¿dónde lo tiene a la venta? Pero esto también ofrece una dificultad y es que nadie quiere llevárselo sin la correspondiente dedicatoria, tal vez para ponerse a cubierto de la sospecha que pudiera despertar de habérmelo comprado. Recuerde usted la anécdota de Vincenzi y el Cholo Obregón. Ahora bien, de todas nuestras cursilerías esa de las dedicatorias es la que yo más aborrezco y así y todo esta vez he tenido que poner unas cuantas, y lo que es peor, absolutamente seguro deque el receptor de mis obsequios no leerá de mi libro otra cosa que ellas. 

Sí, amigo Clorito, ya hemos llegado a la parte realmente trágica de mi experiencia, y no sólo de la mía, que al fin no soy nadie, sino de cuantos en Costa Rica han cometido con mayores luces y prestigio la misma candorosidad de publicar libros. Aquí tal vez se enseñe a leer a la gente, es decir, tal vez se le enseñe la mecánica de la lectura, pero la verdad es que la gente no lee. Cuando más, el periódico, los rótulos del cine, alguna novelita pornográfica o algunos versitos ramplones; muy distinto de lo que pasa en otras partes, ya no digamos en Estados Unidos o en Europa, sino en países donde no se habla tanto de la importancia que los gobiernos dispensan a la educación pública. Nada me sorprendió tanto en México como lo mucho que se lee allá; hasta el peladito mexicano podría dar en esto lecciones a los que aquí pasan por cultos, y sin ir tan lejos, creo que en Nicaragua, aun entre los menga/os, hay más interés intelectual que entre nuestros sefioritingos, filisteos zafios, como decía mi venerado maestro el doctor Ferraz, aunque los gradúen de Bachilleres en Ciencias y Letras, Licenciados en Leyes y muy pronto Doctores en Jurispru-dencia, si es que cuaja ese famoso proyecto con que algunos piensan remediar las deficiencias de la Escuela de Derecho, creídos de que los grados significan algo por sí mismos, hasta cuando no se trata de alcoholes y temperaturas. 

Sí, amigo Clorito, esto sí debe contristamos el alma, al menos a quienes como nosotros apreciamos el dinero en m􀀁nos que nuestro empalio de comunicar ideas, buenas o malas, pero al fin ideas, en un país donde la mayoría de los hombres no piden a Dios más que el pan nuestro, y a veces no lo piden ni a Dios sino a sus intercesores en la tierra. Nuestra cultura es cosa para uso externo y que no ha logrado penetrarnos, hacernos más comprensivos, más curiosos de las cosas del mundo, más libres de prejuicios, sino que por el contrario nos ha hecho más necios, más parroquiales y pedantes. Y es que una cultura superficial, ramplona, impartida por maestros de escuela y hasta por profesores de Estado que no tienen fervor por ella, que no se les ve preocupados nunca por otra cosa que el mejoramiento de sus sueldos, que viven haciéndose 

intrigas entre sí y zalemas a los políticos dispensadores de as-censos, no puede dar a los jóvenes ninguna elevación intelectual 

y moral. De la cultura hay que decir lo mismo que Renán dijo de la verdad religiosa: Une vérité que l'homme n'a pas tirée de son propre coeur, et qu 'il s'applique comme une sorte de topique extérieur, est inefficace et sans valeur mora/e. 

Pero a qué hablar de estas cosas. ¿ Quién querría ponerse a pensar seriamente en el asunto y arrostrar la grita de los charla-tanes responsables de nuestro atraso intelectual que se llaman, sin 

embargo, apóstoles de la ensefianza, y de los muchos ingenuos que tan ufanos están y estarán per secula seculorum de nuestras escuelas y colegios? 

Gracias por su carta, tan generosa, tan animadora, como todas las cosas que debo a su amistad, a esta nuestra vieja amistad hecha aquí, en aquel otro Cartago de la infancia y de la mocedad, conversando al abrigo de los claustros del viejo San Luis o al aire libre de nuestros pintorescos alrededores, y robustecida luego en los días y las noches de París por nuestro común amor a la Francia promotora del saber y del progreso humanos. Aunque no fuera más que por su carta que revela tan atenta y carinosa lectura de estos mis Viajes y me trae recuerdos de los otros, del que hice con usted hace veintitrés anos a la Bretana de Delage y de Renán, estoy satisfechísimo de no haber resistido a la tentación de tomificar mis últimas andanzas por entre los hombres y los libros. No acepto, pues, su pésame, pues que me siento como de parabién, alegre y dichoso de haber encontrado, a más del buen amigo, el buen lector. 

Lo abraza, su afectísimo, 

Mario Sancho


CONCEPTO DE AMÉRICA LATINA. PAUL ESTRADE. 1994



Observaciones a don Manuel Alvar y demás académicos sobre el uso legítimo del concepto “América Latina”

Publicado en la revista Rábala N° 13, 1994 (79-82)

No me gustaría que se insinuase que crucé el Atlántico para recibir, agradecido, un galardón académico y declararme, ex-abrupto, academicida. Respecto a las Academias, comparto la postura intelectual de su compatriota Miguel Otero Silva, cuando declaró, al ingresar en la Academia venezolana de la lengua (6 de marzo de 1972) que “en el recinto de las Academias tanto lo verdadero como lo falso han hallado cabida y hogar”.
El benévolo académico hacía remontar “lo falso” a épocas pretéritas. Pero ocurre que “lo falso”, y no sólo lo tendencioso, puede seguir siendo contemporáneo hasta en las cuestiones nunca neutrales de definición y uso de los vocablos.
A prueba de ello, en mi profano modo de ver -como mero usuario del idioma español, que no es por cierto el mío-, la décima recomendación que acordaron los académicos de la lengua española reunidos en Salamanca (España) los días 26, 27 y 28 de octubre de 1992, a la sombra del declinante astro del Quinto Centenario. Decidieron, según reza el acápite 10 de sus conclusiones y recomendaciones: “Recomendar a las autoridades gubernamentales españolas, respetuosa y entusiastamente, la reinstalación en la nomenclatura oficial de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano para referirse al mundo americano que habla, piensa y siente en español, o los de Iberoamérica e iberoamericanos, siempre
que se quiera aludir también a los hermanos brasileños. Recomendamos que para tales designaciones
se abandonen las voces ajenas y equívocas de Latinoamérica i latinoamericano”. El documento final adoptado por la sabia asamblea (unánime, se presume), muy atendible en sus demás once recomendaciones y muy positivo en su firme respaldo a los hispanohablantes de Puerto Rico, lleva la firma autógrafa de treinta académicos de la lengua. Encabeza la lista don Manuel Alvar, respetable director de la Real Academia Española. Y figuran en ella los nombres de los representantes de diecisiete países latinoamericanos -lo que no deja de sorprender si se considera la recomendación copiada-, y entre ellos, los de dos académicos venezolanos y un académico cubano -lo que no dejará de doler a muchos de ustedes y a mí hondo me duele-. No me extraña, en cambio, que hayan suscrito la referida recomendación, más lúcidos al parecer que sus colegas, los tres miembros de la delegación de la Academia norteamericana, la más numerosa del conclave.
Por suerte, dicha recomendación va dirigida sólo a las autoridades gubernamentales españolas.
Por cuanto quedan eximidos de tan “entusiasta” solicitud las demás autoridades, gubernamentales o académicas, y los particulares desde luego. Así podremos seguir hablando, libremente y con pleno derecho, tanto en Barquisimeto como en Caracas, tanto en México como en Montevideo, tanto en París como en Madrid, de Latinoamérica, de latinoamericanos, de historia latinoamericana o de estudios latinoamericanos.
No vengo aquí a dar una clase ni menos una lección. No vengo a zaherir a un huésped y a un amigo, que los hay, por desgracia, entre los firmantes. Pero sí creo deber manifestar una dolorosa sorpresa y mi disconformidad. La pretensión de la Academia me parece anacrónica; su argumentación no me convence, porque el asunto no es simplemente lingüístico y la clave de la disyuntiva no la brinda el recurso a la etimología.
Me atrevo a pensar, apelando a la Historia y remitiéndome a los trabajos de quienes han estudiado seriamente la “génesis de la idea y el nombre de América Latina” (desde Arturo Ardao, el pionero, hasta el más reciente y completo de los investigadores en la materia, Miguel Rojas - Mix), que las voces aludidas no son ni “ajenas” ni “equívocas”, como se afirmó en Salamanca, y que no traiciona a su país el que en España las emplea contra el vientecillo revisionista que soplaron los señores académicos.
Detrás de la aserción de que las voces de Latinoamérica y latinoamericano(a) son ajenas y equívocas, existirá la convicción de que el concepto mismo de América Latina, que las autoriza y nutre, es un invento foráneo, artificioso y perjudicable. En mi opinión, esta aserción no tiene fundamentos históricos. Está basada en la creencia errónea, a la que dio crédito un investigador norteamericano en 1968, de que el invento ha sido obra, en 1861, de unos ideólogos franceses, panlatinistas, vinculados con los sueños bonapartistas de imperio “latino” en América. Michel Chevalier sería el culpable principal del enredo.
Parece oportuno recordar que los hechos no son éstos. Hasta donde está averiguado, la expresión “América Latina” se inventó en 1856 para ser lanzada en son de reivindicación identitaria y de manifiesto político. Surgió con motivo de la invasión de Nicaragua por los mercenarios de William Walker, y como protesta contra la misma y también contra la potencia que, bajo ese disfraz, trataba de llevar a cabo su gran designio expansionista a expensas del Sur, después de haberlo logrado hacia el Oeste a expensas de México. En París fue -eso sí, y no es casual- donde brotó el término de “América Latina” del cerebro de unos latinoamericanos conscientes del peligro del Norte, conscientes de la urgencia de la unión del Sur, conscientes de la necesidad de un concepto definidor y unificador después de decenios de indecisión en la América, antes española y aún sin nombre genuino. El 22 de junio de 1856, en París, delante de más de treinta ciudadanos de casi todas las repúblicas del Sur, en un acto de repudio a la agresión a Nicaragua, el chileno Francisco Bilbao calificó de “latina” a la América que defendía y promovía y evocó “la raza latino-americana”, oponiéndolas clara y únicamente a los Estados Unidos de América y al “yankee”. Fechado en 26 de septiembre de 1856 y motivado por la misma y prolongada agresión, el poema “Las Dos Américas” del colombiano, exiliado también en París, José María Torres Caicedo, las enfrenta del todo:
“La raza de la América latina
Al frente tiene la sajona raza.-
Enemiga mortal que ya amenaza
Su libertad destruir y su pendón”.
Por aquellas fechas, nadie en el mundo usaba tal denominación, ni siquiera en Francia entre los adeptos de la “latinidad” incipiente. ¿Habrá algún conocedor de la vida y obra de Bilbao y Torres Caicedo que pueda alegar que aquellos hombres eran “ajenos”, por su procedencia y trayectoria, a la que bautizan “América latina”, objeto constante de su desvelo?
Y aquellos que iban a recoger y difundir el concepto por todo el continente en los años posteriores, los que iban a pelear para imponerlo, ¿no fueron en la línea bolivariana auténticos latinoamericanos? ¿No fueron en su época, entre el 60 y el 90, los actores más notables de la toma de conciencia latinoamericana, aquellos literatos y pensadores políticos que se llamaron Carlos Calvo (argentino), Juan Montalvo (ecuatoriano), Cecilio Acosta (venezolano), Ramón Betances y Eugenio María de Hostos (puertorriqueños), José Martí (cubano), etc., etc.?
Ahora, ¿en qué se equivocaron estos hombres al valerse de aquel nuevo sustantivo compuesto para designar las tierras, una cultura y un destino amenazados por el “coloso juvenil” (Fco. Bilbao)? ¿En ceñirse al adjetivo “latino”? Sólo podría sostenerlo el que le confiriese a “latino” un significado preciso y exclusivo que no tuvo en su origen ni tiene hoy tampoco: un significado único o lingüístico. Tan absurdo es en 1993 como lo era en 1856 dar a entender que la población cuadricontinental, plurirracial y plurilingüe de América Latina desciende de los latinos del Lacio o de los pueblos europeos colonizados por Roma cuyo idioma heredaron, desarrollaron y propagaron allende el océano. El concepto tiene fundamentalmente un valor político y cultural. Sus promotores lo escogieron por eso: permitía delinear la frontera entre las dos Américas (es su postulado de base: no hay una sino dos Américas) y resistir al empuje de la América de Polk, Pierce y Buchanan; permitía acelerar la toma de conciencia de la existencia al Sur del Río Bravo de valores comunes distintos de los valores imperantes al Norte del Río Grande. Mientras siga viva la contradicción de intereses y de miras entre ese Norte y ese Sur de América, el concepto de América Latina seguirá válido. Ahí están, dramáticamente presentes, los casos de Granada, Cuba y Panamá, los problemas de la droga, el comercio y la deuda, para atestiguar que no pasó esa era conflictiva y que no erraron los fundadores visionarios de las generaciones de Bilbao y de Martí.
En su mente, la América latina no se oponía, de manera antinómica ni antónima, a una América india o a una América negra: las incluía. Las incluía abiertamente en unos casos, tácitamente en otros más frecuentes, y cabe señalarlo en pro de la verdad, en algunos casos las incluía negándolas de acuerdo con los criterios racistas, “civilizadores” decían, de la oligarquía criolla.
Es innegable que la presencia en Francia de Bilbao, Torres Caicedo o Calvo contribuyó a que adoptaran el nombre de América Latina, en un ambiente de revalorización de “lo latino” y en un contexto no exento de ambigüedades. Pero no es menos cierto que ninguno de ellos le sirvió de caballo de Troya al expansionismo francés en América. Condenaron la invasión de México en 1861- 62, cuando el gobierno español la amparaba aún.
La denominación de “latina” aplicada a América será, lo concedo, una inexactitud en sí, en particular si se escribe con una “l” minúscula, pero no es más ni menos “equívoca” que la de “ibérica” (¿qué es de Haití en ese conjunto?). La denominación de América Latina, o Latinoamérica, si se prefiere, no es más ni menos inadecuada que las denominaciones con las cuales estuvo compitiendo en la etapa de su nacimiento y arraigamiento: Hispanoamérica o América del Sur.
¿Cómo pudiera imponerse la de “Hispanoamérica” cuando la desprestigiada metrópoli colonial seguía oponiéndose con tesón, a lo largo de los años 60 del siglo pasado, a la emancipación política de las Antillas españolas (parte integrante de la América Latina) y a la emancipación de cientos de miles de esclavos en esas islas, cuando de Santo Domingo “reincorporado” a las costas bombardea das del Pacífico iba recuperando territorios, y cuando, por ejemplo, no reconocía aún la independencia de Colombia conseguida cuarenta años antes?
¿Cómo pudiera imponerse la de “América del Sur” como alternativa a “América Latina” -pese a la fuerza y tradición de su equivalente: la “América meridional”, así nombrada por Miranda y Bolívar-, cuando por un lado parecía dar por perdidos México, la América Central y las Antillas, o sea las tierras más codiciadas por el Norte, y cuando por otro lado los Estados confederados, al autoproclamarse la “América del Sur” frente a la “del Norte” durante la guerra de Secesión, descalificaban el nombre usurpado, haciéndolo sinónimo de esclavitud?
Justo Arosemena en 1856, José María Samper en 1861 y Eugenio María de Hostos un poco más tarde, entre otros latinoamericanos preocupados por la búsqueda de un nombre para su América, abogaron por “Colombia” pero sin éxito. En 1874, Hostos lo admitía y se conformaba con “América latina” -que empleaba también desde 1868-, explicando en una nota de pie de página a su estudio intitulado “La América latina”:
“No obstante los esfuerzos hechos por Samper, por algunos escritores latinoamericanos, y por el autor de este artículo, reforzados por la autoridad de la Sociedad Geográfica de Nueva York, no prevalece todavía el nombre colectivo de Colombia con que han querido distinguir de los Anglosajones de América a los latinos del Nuevo Continente. En tanto que se logra establecer definitivamente la diferencia, es bueno adoptar para el Continente del Sur y América Central, México y Antillas, el nombre colectivo que aquí le damos...”. La voz de Hostos era la voz de América. Es legítima la insatisfacción intelectual que sienta el lingüista, el etnólogo o el sociólogo al tener que usar el concepto de América Latina y al comprobar sobre el terreno que el concepto o abarca todas las realidades que él estudia; sin embargo es legítimo el concepto de América Latina que maneje y que manejamos casi todos en los encuentros internacionales, y no sólo por comodidad.
Es legítimo porque los que lo forjaron son latinoamericanos.
Lo es porque ellos le dieron ante todo un sentido político que no se puede ignorar ni se debe desvirtuar: se enarboló como lema de identidad (cuando no lo había), de reconocimiento, de unión y de combate de los “Estados Desunidos” (Bilbao) contra los Estados Unidos de América.
Lo es porque hoy día los latinoamericanos son quienes lo usan corrientemente, desde las esferas gubernamentales y las élites culturales hasta las capas populares, cualquiera que sea su nacionalidad, religión u origen.
El respeto a la independencia y soberanía de los pueblos empieza por la aceptación por la comunidad internacional del nombre con que se designan colectivamente a sí mismos en el momento considerado. Es un principio que no debe sufrir tergiversación, a no ser que se siga pensando en categorías y términos neo-coloniales. Burkina-Faso se llama, y hay que llamarlo así, el país que bajo el coloniaje francés fue Haute-Volta. Vanuatu se llaman, y hay que llamarlas así, las islas que bajo el coloniaje británico fueron The New Hebrides. Bolivia se llama -¿y quién la llamaría de otra forma? la que fue, bajo el coloniaje español, el Alto Perú. Llamemos sin reserva América Latina” a la que fue, durante la época colonial, la América española, portuguesa y francesa, porque así la conocen y llaman mayoritariamente sus habitantes, y porque, como concluye la Encyclopedia Bri tanica- “Only in deference to popular usage and for lack of a better term, the area remains Latin America” (Artículo: Latin America).
Yo no hubiera dicho “only” por las poderosas razones históricas que acabo de exponer, pero apruebo el punto de vista respetuoso, pragmático, y cuerdo en suma, del redactor del artículo.
Para ese señor, como para mí, cesará tal legitimidad el día que se acabe el consenso observado y que la actual América Latina se identifique con otro nombre más idóneo o más a propósito. Admitir su carácter transitorio no le quita valor en el presente.
La “reinstalación” en la nomenclatura oficial de España de los términos de “Hispanoamérica” y sus derivados en lugar de “Latinoamérica” y sus derivados -como se sugiere en la malhadado recomendación de los académicos-, sería, amén de improcedente, una medida atentatoria a la Historia, la conciencia y la soberanía latinoamericanas. Deseo personalmente que no se cumpla ni siquiera se acate esa décima recomendación, para que quede demostrado que han cambiado los tiempos. Lo que no me impide apreciar- y saludar, respetuosa, entusiasta y sinceramente, la labor general de don Manuel Alvar y demás académicos, y que conste.
Forcos Costa Rica

Spread the love